Aprendizaje cognoscitivo social, es aquel que
va ligado a una serie de conductas específicas de la vida social, como por
ejemplo, hábitos sociales, actitudes, defectos, etc. Se trata de un uso
genérico que no señala procesos concretos, sino el ámbito en que se dan.
Podemos
decir, que el aprendizaje social se da de dos maneras diferentes, la primera se
da de dos maneras diferentes, la primera se da en virtud de las relaciones con
las demás personas en un ambiente social y la segunda se da en la interacción
de factores tanto externos como internos y el medio que interviene en la
conducta personal. Para muchos psicólogos el aprendizaje cognoscitivo social
puede darse a través de un proceso de modelamiento, de imitación, observando lo
que otros hacen, de lo que se nos indica y de manera vicaria, etc.
Expectativas, autoeficacia y locus de control
Expectativas, autoeficacia y locus de control
Albert Bandura (1977, 1986, 1997) afirma que la gente evalúa una
situación de acuerdo Con ciertas expectativas
internas, como las preferencias personales, y que esta evaluación Influye
en su conducta. La retroalimentación ambiental que sigue a la conducta Actual
influye, a su vez, en las expectativas futuras. De esta forma, las expectativas
Guían la conducta en una situación determinada, y los resultados de la conducta
en esa Situación moldean las expectativas en situaciones futuras. A su vez, las
expectativas llevan A la gente a conducirse de acuerdo con estándares de desempeño únicos, que son Medidas
de excelencia determinadas individualmente mediante las cuales juzga su
conducta.
Quienes tienen éxito en la satisfacción de sus propios estándares de
desempeño Interno desarrollan una actitud que Bandura llama autoeficacia (Bandura y Locke, 2003).
Por ejemplo, dos jóvenes mujeres que prueban por primera vez un juego de video
Pueden experimentar la situación de manera muy diferente, incluso si sus
puntuaciones Son igualmente bajas. Una con un alto sentido de autoeficacia
encontrará que la Experiencia es divertida y estará dispuesta a
obtener las habilidades necesarias para Avanzar al siguiente nivel del juego, mientras que la otra con un bajo
sentido de autoeficacia se siente descorazonada por la baja puntuación, asumirá
que nunca será buena con los videojuegos y no volverá a jugar nunca. De manera
similar, una persona con alta autoeficacia que interpreta los problemas de
matemáticas como oportunidades para triunfar se aproximará a la parte
matemática de las pruebas académicas con una expectativa diferente a alguien
que ve los problemas de matemáticas como oportunidades para fracasar.
Observe que en nuestro ejemplo las dos jóvenes se acercaron a la
experiencia con expectativas diferentes. Para Julian Rotter (1954), el locus de control es una expectativa frecuente,
o estrategia cognoscitiva, mediante la cual la gente evalúa las situaciones.
La gente con un locus interno
de control está convencida de que puede controlar su propio destino.
Cree que mediante el trabajo duro, la destreza y la capacitación obtendrá reforzamiento
y evitará el castigo. Las personas con un locus externo de control no se creen capaces de controlar su
destino. En lugar de ello, están convencidas de que el azar, la suerte y la
conducta de los demás determina su destino y que están imposibilitadas para
cambiar el curso de su vida.
Bandura y Rotter, dos de los más destacados teóricos del aprendizaje
cognoscitivo-social, han tratado de combinar variables personales (como las
expectativas) con variables situacionales en un esfuerzo por entender las
complejidades de la conducta humana.
Ambos teóricos creen que las expectativas se vuelven parte del estilo explicativo de una persona,
que a su vez influye considerablemente en la conducta. Por ejemplo, el estilo
explicativo distingue a los optimistas de los pesimistas. Es lo que causa que
dos novatos que obtienen la misma puntuación en un juego de video respondan de
manera tan diferente.
Las expectativas generales o estilos explicativos como el optimismo o
pesimismo tienen un efecto significativo sobre la conducta. Algunas
investigaciones demuestran que ya a una edad tan temprana como los ocho años
los niños han desarrollado un estilo explicativo habitual. En un estudio, se
pidió a alumnos de tercer grado que leyeran descripciones de 12 eventos buenos
y 12 malos, y que luego explicaran las razones por las que sucedieron tales
eventos. Sus puntuaciones reflejaban su grado de pesimismo u optimismo. Los
pesimistas tendían a creer que los eventos negativos se debían a
características personales que no podían cambiar; los optimistas consideraban
que los eventos negativos eran incidentes desafortunados que podían remediar.
Se encontró que los niños con un estilo pesimista eran más proclives a la
depresión y a tener un peor desempeño en las pruebas de aprovechamiento
(Nolen-Hoeksema, Girgus y Seligman, 1986).
En un Estudio, ahora famoso, los
investigadores hicieron un seguimiento de 99 estudiantes graduados de Harvard
de 1939 a 1944. Los hombres fueron entrevistados acerca de sus experiencias y
se sometieron a revisiones físicas cada cinco años. Cuando los investigadores
analizaron las entrevistas de los hombres en busca de signos de pesimismo u
optimismo, encontraron que el estilo explicativo demostrado en esas entrevistas
anticipaba el estado de salud de un individuo décadas más tarde. Los hombres
que eran optimistas a los 25 años tendían a ser más saludables a los 65 años,
mientras que la salud de los pesimistas se empezó a deteriorar aproximadamente
a los 45 años (Peterson Vaillant y Seligman, 1988). Aunque no están claras las
razones de esos hallazgos, una investigación separada que empleó una lista de
cotejo acerca de los hábitos de salud encontró que los pesimistas de este
estudio tenían menos cuidado con su salud que los optimistas. Tendían a fumar y
beber más y reportaban dos veces más resfriados y visitas a los médicos
El caso de Jaylene
Smith Jaylene
Smith, de 30 años de edad, es una talentosa doctora en medicina que visita al
psicólogo porque le preocupan algunos aspectos de su vida social. Sus conocidos
la describen en términos elogiosos; les parece sumamente motivada, inteligente,
atractiva y encantadora. Pero Jay se siente terriblemente insegura y ansiosa.
Cuando el psicólogo le pidió que eligiera algunos adjetivos que la
describieran, eligió “introvertida”, “tímida”, “inadecuada” y “desdichada”.
Jay fue la
primogénita en una familia con dos muchachos y una chica. Su padre es un investigador
médico tranquilo y gentil. Su trabajo le permitía muchas veces estudiar en casa,
por lo que tuvo mucho contacto con sus hijos cuando éstos eran pequeños.
Amaba a todos sus
hijos, pero resultaba evidente que Jay era su favorita. Sus ambiciones y metas para
ella eran muy altas y, mientras ella crecía, satisfizo todas sus necesidades y
demandas casi de inmediato y con plena convicción. Su relación se mantiene hoy
tan cercana como lo fue durante la niñez de Jay..
La madre
de Jay trabajaba largas horas fuera de casa como gerente de una tienda y, en
consecuencia, veía a sus hijos principalmente de noche y en algunos fines de
semana libres. Cuando llegaba a casa, la señora Smith estaba cansada y tenía
poca energía para las interacciones “no esenciales” con sus hijos. Siempre
estuvo orientada hacia su carrera, pero experimentaba mucho conflicto y
frustración al tratar de reconciliar su papel como madre, ama de casa y
proveedora financiera. La señora Smith por lo general era amable con todos sus
hijos, pero tendía a discutir más con Jay, hasta que las discusiones disminuyeron
cuando Jay tenía seis o siete años. En la actualidad, su relación es cordial
pero carece de la cercanía evidente que existe entre Jay y el doctor Smith. Las
interacciones entre el señor y la señora Smith en ocasiones se vieron nubladas
por acaloradas discusiones por asuntos aparentemente triviales. Esos episodios
siempre eran
Seguidos
por periodos de silencio mutuo que se prolongaban por días.
Jay sentía
muchos celos de su primer hermano, que nació cuando ella tenía dos
Años. Sus
padres recuerdan que Jay en ocasiones estallaba en rabietas cuando el nuevo bebé
exigía y recibía mucha atención (en especial por parte de la señora Smith). Las
rabietas se intensificaron cuando nació el segundo hermano de Jay, justo un año
después.
Al pasar
el tiempo, los hermanos formaron una alianza para tratar de socavar la
Posición
suprema de Jay frente a su padre. Jay se acercó más a su padre y desde la niñez
hasta el presente su relación con sus hermanos se ha caracterizado por celos y
rivalidad mayores al promedio.
A lo largo
de la primaria, la secundaria y el bachillerato, Jay fue popular y tuvo un
buen
desempeño académico. Desde muy pequeña se decidió por estudiar medicina.
Pero entre
los ocho y los 17 años experimentó fuertes sentimientos de soledad, depresión,
inseguridad y confusión, sentimientos que, aunque son bastante comunes durante este
periodo, eran más fuertes y perturbadores para Jay que para la mayoría de los jóvenes.
La
estancia de Jay en la universidad fue un periodo de gran crecimiento personal,
pero varios desengaños románticos le causaron mucho dolor. Su incapacidad para
establecer una relación estable y duradera persistió después de la universidad
y esto la atormentó mucho. Aunque tranquila en la mayoría de las
circunstancias, Jay a menudo tenía explosiones de ira que terminaban con cada
relación romántica importante que tenía. “¿Qué hay de malo en mí?”, se
preguntaba. “¿Por qué me resulta imposible mantener una relación seria por un
tiempo prolongado?”
En la
facultad de medicina sus conflictos emergían en su conciencia periódicamente: “No
merezco ser doctora”, “No aprobaré los exámenes”, “¿Quién soy yo y qué quiero
de la vida?”
¿Cómo
podemos describir y entender la personalidad de Jaylene Smith? ¿Cómo se convirtió
en lo que es? ¿Por qué se sentía insegura y vacilante a pesar de su evidente éxito?
¿Por qué sus amigos la consideraban encantadora y atractiva mientras ella se
describía como introvertida e inadecuada? Éstos son los tipos de preguntas que
probablemente plantearían los psicólogos de la personalidad acerca de Jay.
Visión del aprendizaje cognoscitivo-social de Jaylene Smith.
Jaylene aprendió a ser tímida e introvertida porque fue recompensada por
pasar mucho tiempo estudiando a solas. Su padre probablemente alentó su
dedicación a los estudios y seguramente obtuvo el respeto de sus maestros. Más
aún, las largas horas de estudio la ayudaron a evitar los sentimientos
incómodos que experimentaba cuando estaba rodeada de otra gente por largos
periodos.
El reforzamiento puede haber moldeado también otras facetas de la
personalidad de Jay. Sin duda, su padre y sus maestros reforzaron su
autodisciplina y su necesidad de tener éxito académico. Incluso su agresión
hacia los hombres pudo haber sido aprendida en la niñez como un mecanismo
exitoso de afrontamiento. Si su hostilidad ponía fin a las burlas de los
hermanos y también era reforzada con el afecto del padre, ella aprendió a
reaccionar con agresión ante las amenazas que percibía por parte de los hombres
en general.
Además, al menos algunos aspectos de la personalidad de Jaylene se
formaron al observar a sus padres y hermanos, y al aprender lecciones sutiles
de esas interacciones familiares. Por ejemplo, su conducta agresiva con los
novios quizá surgió de la observación de las peleas entre los padres. Cuando
pequeña, observó que algunas personas manejan el conflicto por medio de
arrebatos. Más aún, como podría predecir el concepto de autoeficacia de
Bandura, Jay seguramente advirtió que su padre disfrutaba tanto de su vida
familiar como de su carrera de investigador médico, mientras que los dos
trabajos de la madre como ama de casa y gerente de una tienda la dejaban
frustrada y agotada. Es probable que este contraste haya contribuido al interés
de Jay en la medicina y a sus sentimientos ambivalentes hacia el
establecimiento de una relación cercana que podría conducir al matrimonio.
Evaluación de las teorías del aprendizaje cognoscitivo-social.
Las teorías del aprendizaje cognoscitivo-social de la personalidad
parecen tener un gran potencial. Vuelven a colocar los procesos mentales en el
centro de la personalidad y se concentran en la conducta consciente y la
experiencia. Podemos definir y estudiar científicamente los conceptos clave de
esas teorías, como la autoeficacia y el locus de control, lo que no sucede con
los conceptos centrales de las teorías psicodinámicas y humanistas.
Además, las teorías del aprendizaje cognoscitivo-social ayudan a
explicar por qué la gente se comporta de manera inconsistente, un área en la
que fallan los enfoques de los rasgos. Las teorías del aprendizaje
cognoscitivo-social de la personalidad también han generado terapias útiles que
ayudan a la gente a reconocer y modificar un sentido de autoeficacia o estilos
explicativos negativos. En particular, esas terapias han ayudado a la gente a
superar la depresión. Por otra parte, los teóricos de la administración han
adoptado la teoría del aprendizaje cognoscitivo-social por sus implicaciones
prácticas para el desempeño laboral. Muchos estudios, conducidos durante más de
20 años, han demostrado una correlación positiva entre la autoeficacia y el
desempeño en escenarios laborales, escolares y clínicos. Sin embargo, es
demasiado prematuro decir qué tan bien explican las teorías del aprendizaje
cognoscitivo social la complejidad de la personalidad humana. Algunos críticos
señalan que el beneficio de una mirada retrospectiva nos permite explicar
cualquier conducta como el producto de ciertas cogniciones, pero que eso no
significa que dichas cogniciones sean las causas (o al menos las únicas causas) de la conducta.
Así como existe gran diversidad en la forma en que los psicólogos
conciben a la personalidad, también discrepan en el momento de establecer cuál
es la mejor manera de medirla o evaluarla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario